Skultus, el Gran Anciano de la Orden Sylavea, llevó a cabo un ritual de invocación demoníaca haciéndolo pasar por una misa. Hipnotizó a sus más fieles seguidores antes de sacrificarlos para invocar a Ojogrís. No obstante, no tardó en darse cuenta de que no contaba con el poder suficiente para controlar al demonio, así que lo selló como pudo bajo tierra. Allí, bajo la superficie, Grayeye aguarda y urde sus planes: consigue esbirros, se alimenta del miedo de sus víctimas y quizá recupere fuerzas para romper el sello de Skultus.